(Besanzón, 1802; París, 1885)
Víctor Hugo nació el 26 de febrero de 1802, año en que Napoleón Bonaparte se autoproclamaba monarca del Primer Imperio.
Tuvo una larga vida, con altibajos, pero disfrutó del reconocimiento desde muy joven. Como escritor, creyó en el compromiso que debían tener los artistas con su sociedad, por eso su obra llegó a impactar tanto en la idiosincrasia del siglo XIX.
Creció con dos influencias muy marcadas. La de su padre, el soso militar que le inculcó la disciplina. Y la de su madre, la culta burguesa que encendió tempranamente en él la llama de la creación. Ambos rasgos le dieron el secreto para el éxito. A su talento le agregó la voluntad, y eso lo llevó a escribir miles de páginas entre novelas, dramas, poesías, ensayos, crónicas, sin dejar tampoco nunca su gran afición por el dibujo.
Era un veinteañero cuando se casó y fue padre cinco veces, un hombre de familia. Sin embargo, su matrimonio con Adèle Foucher no resistió las pruebas del tiempo. Y aunque a Víctor Hugo nunca le faltó el amor de una mujer, tuvo la penosa tarea de enterrar a cuatro de sus hijos y también de dejar su patria en 1851, luego del golpe de Estado de Napoleón III.
Esta etapa en el exilio fue muy prolífica, la que coronó con la publicación de su gran novela romántica Los miserables. En 1870, la instauración de la Tercera República da pie a su regreso. En París es recibido como héroe nacional: su gran pluma había sido capaz de cumplir su deseo de unificar a los franceses. Sin importar la clase social, todos quisieron darle la bienvenida. Así como todos quisieron darle el último adiós en los Campos Elíseos cuando su cuerpo fue velado bajo el Arco del Triunfo quince años después.
Se calcula que sus exequias convocaron a dos millones de personas, un número comprensible para alguien que ya había disfrutado en vida de todos los títulos y honores.
10 Obras de Arte más Importantes
1. Cromwell. París, 1827.
Esta obra es importante porque el prefacio es considerado un manifiesto a favor de la libertad artística. Hugo apunta las consideraciones que separarían a sus dramas del teatro clásico y le abrirían la puerta al Romanticismo francés. La trama se desarrolla en la Inglaterra del siglo XVII, época en la que Oliver Cromwell es una importante figura política y militar.
2. Lucrecia Borgia. París, 1833.
Nuevamente toma una figura histórica y la convierte en personaje de uno de sus dramas. Lucrecia Borgia, en el papel, termina siendo una arpía capaz de envenenar a su propio hijo. Es tan grande la credibilidad de Víctor Hugo que le fue muy fácil enturbiar aún más la ambigua imagen que se tenía por entonces de la hija del papa Alejandro VI.
3. Hans de Islandia. París, 1823.
Su primera novela es también el primer espaldarazo que recibe. La escribió cuando apenas se despedía de la adolescencia y ya muestra los destellos de ese espíritu de denuncia social que lo acompañará el resto de su vida. Un melodrama ambientado en un lugar ficticio y en el que las intrigas y el romance serán puestos en segundo plano cuando irrumpa el misterioso Hans, un rústico y feroz hombre que busca vengar la muerte de su hijo.
4. El último día de un condenado a muerte. París, 1829.
El malestar que provocaba en Víctor Hugo la pena de muerte es trasmitido a través de este relato que conmovió a la sociedad francesa. Exponer la mente y el corazón de un hombre en las horas previas a ser ejecutado logró poner a muchos en contra del uso de la guillotina. La crudeza y brillantez de este monólogo sigue siendo aún testimonio de la precaria existencia humana.
5. Nuestra Señora de París. París, 1831.
El padre de la novela social francesa no se libró de las estrecheces económicas, las que lo llevaron a aceptar un jugoso contrato para escribir su siguiente libro de ficción. La leyenda cuenta que Víctor Hugo se encerró sin nada más que tinta y papel hasta concluir la historia del amor imposible entre Cuasimodo y Esmeralda. Una novela gótica que muestra el convulsionado París medieval y también le sirve para criticar la época en la que vive.
6. Claudio Geux. París, 1834.
Novela breve que, como hizo con anterioridad, se convierte en un alegato del escritor en contra de la pena de muerte. El personaje es un hombre que cumple una condena menor, que ante las constantes humillaciones de uno de sus custodios, termina matándolo y él mismo acaba siendo sentenciado a morir. Frente a esta barbarie, Hugo pone a la educación como centro del discurso: “La cabeza de este hombre del pueblo, cultivadla, desbrozadla, regadla, fecundadla, iluminadla, utilizadla; no tendréis necesidad de cortarla”.
7. Los miserables. París, 1862.

Novela total y de largo aliento que confirma a Víctor Hugo como una de las mentes más lúcidas de su época, así como el gran defensor de los oprimidos. El desalmado Jean Valjean, personaje epónimo del Romanticismo, lleva una vida deshonesta hasta que conoce la bondad de la gente. Decide entonces seguir el ejemplo de quienes lo ayudaron y se convierte en un benefactor, aunque la sombra de su pasado delictivo no deje de acecharlo.
8. Los trabajadores del mar. París, 1866.
Producto de sus días como exiliado en la isla de Guernesey, este es uno de los libros más bellos del autor pero también uno de los menos difundidos. Sorprende la forma en que Hugo convierte a la naturaleza en un personaje aún más dinámico que los protagonistas de la historia. El mar así se convierte para ellos en símbolo de libertad, y a la vez representa un obstáculo con el que deben lidiar a diario.
9. El hombre que ríe. París, 1869.
Drama en prosa que publica aún lejos de París, el que consideró una epopeya y hasta lo mejor que escribió. Pensado como el primer libro de una trilogía que no llegó a completar, la trama sigue las desventuras de un huérfano con el rostro deformado, Gwynplain, quien trata de huir de su vida miserable convirtiéndose en artista y entregándose al amor de una joven.
10. Noventa y tres. París, 1874.
Como político, Hugo defendió su espíritu republicano con el arma más poderosa que tenía, su pluma. Nunca fue tan preclaro en sus ideas como cuando las convertía en historias. Su última novela se prende de la realidad y se sitúa en el año más violento de la Revolución francesa, 1793, presentando a sus tres protagonistas en medio del fuego cruzado. El escritor francés siempre mostró sus simpatías por esta insurrección, básicamente porque colocó los pilares de la futura democracia.